La expulsión de Luis Suárez ha sacudido de tal forma la Copa del Mundo que casi se olvida que Colombia y Uruguay tienen una cita por los octavos de final el sábado en el estadio Maracaná. El regreso de Uruguay al est
adio donde protagonizó el famoso “Maracanazo” hace 64 años quedó empañado por las convulsas horas previas en torno a Suárez, sancionado con nueve fechas y cuatro meses por morder al italiano Giorgio Chiellini.
Y es una incógnita la gestión del vestuario celeste. La lectura entrelíneas de las palabras de su técnico Oscar Tabárez sugiere que los jugadores llegan con el cuchillo entre los dientes para, de alguna forma, vengar a su compañero, más allá de la indudable pérdida futbolística que supone la ausencia de uno de los mejores artilleros del mundo.
Para Colombia, la vida ha sido mucho más tranquila. Sin sobresaltos y exhibiendo un fútbol ofensivo, el equipo de José Pékerman dispone de sus mejores jugadores descansados y en plena forma. Esta es apenas la segunda vez en su historia que Colombia accede a la segunda ronda, tras lograrlo en Italia 1990.
Pero nada está escrito todavía. Si Pékerman evitó mencionar el nombre de Suárez en toda la rueda de prensa de la víspera del partido ni quiso opinar sobre la sanción, Tabárez habló exclusivamente sobre el caso, acusando a la FIFA de usar al futbolista de chivo expiatorio por sus dos antecedentes por episodios similares en Inglaterra y Holanda.
“Uruguay lo respetamos muchísimo. En cualquiera de las dos situaciones (con o sin Suárez) es un rival altísimo para nosotros”, dijo Pékerman. “Pueden tener un jugador de más o de menos, pueden estar en desventaja, pueden sufrir algún momento donde el rival pueda dominarlo.
Pero no van a perder la esencia, creen en el triunfo y se sienten fuertes”.
“En este torneo, antes y después del episodio Suárez- Chiellini, se han visto cosas que se han medido con una vara muy diferente”, aseguró Tabárez.
adio donde protagonizó el famoso “Maracanazo” hace 64 años quedó empañado por las convulsas horas previas en torno a Suárez, sancionado con nueve fechas y cuatro meses por morder al italiano Giorgio Chiellini.
Y es una incógnita la gestión del vestuario celeste. La lectura entrelíneas de las palabras de su técnico Oscar Tabárez sugiere que los jugadores llegan con el cuchillo entre los dientes para, de alguna forma, vengar a su compañero, más allá de la indudable pérdida futbolística que supone la ausencia de uno de los mejores artilleros del mundo.
Para Colombia, la vida ha sido mucho más tranquila. Sin sobresaltos y exhibiendo un fútbol ofensivo, el equipo de José Pékerman dispone de sus mejores jugadores descansados y en plena forma. Esta es apenas la segunda vez en su historia que Colombia accede a la segunda ronda, tras lograrlo en Italia 1990.
Pero nada está escrito todavía. Si Pékerman evitó mencionar el nombre de Suárez en toda la rueda de prensa de la víspera del partido ni quiso opinar sobre la sanción, Tabárez habló exclusivamente sobre el caso, acusando a la FIFA de usar al futbolista de chivo expiatorio por sus dos antecedentes por episodios similares en Inglaterra y Holanda.
“Uruguay lo respetamos muchísimo. En cualquiera de las dos situaciones (con o sin Suárez) es un rival altísimo para nosotros”, dijo Pékerman. “Pueden tener un jugador de más o de menos, pueden estar en desventaja, pueden sufrir algún momento donde el rival pueda dominarlo.
Pero no van a perder la esencia, creen en el triunfo y se sienten fuertes”.
“En este torneo, antes y después del episodio Suárez- Chiellini, se han visto cosas que se han medido con una vara muy diferente”, aseguró Tabárez.
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