Cerramos el ciclo pascual con tres fiestas importantes: Pentecostés, Trinidad, Cuerpo y Sangre de Cristo. Vamos a entrar suavemente en el misterio del pan y del vinoÖ En esta fiesta de Corpus Christi Jesús nos invita a ser pan para los demás.
El corazón humano tiene hambre, en la vida cotidiana hay distintas hambres, de las cuales el corazón se apega queriendo justificar a sí mismo sus hambrunas que no son, ciertamente, las de Dios: el pan del dinero, el consumismo, la fama, el poder, el sexo, la violencia y muchas másÖ Tener hambre de ciertas apetencias, si no son malas y cumplen nuestros deseos cristianos, pueden ayudarnos a crecer, depende de lo que nuestra conciencia nos diga.
Comer el Pan que Dios nos da nos ayuda a vivir otro estilo de vida: amar y romper el pan para repartirlo entre los que nunca han saciado su hambre física. Es la presencia universal en la que Dios se nos da a través de Jesús. Hay presencias distintas en la vida de Jesús, todas necesarias para despertarnos a una fe más adulta, más consciente de nuestro compromiso cristiano, pero la presencia eucarística es la del pan que nos nutre, se comparte y reparte, a la vez que suscita más hambre para seguir haciendo como Jesús en la Última Cena.
El pan que Él nos da es el símbolo de su vida “partida, fragmentada, rota en pedazos, entregada” para toda la humanidad. Misterio de fe que racionalmente no se entiende pero que se experimenta cuando el fruto del pan comido en la Eucaristía nos ayuda a ser mejores, nos despierta a nuevas realidades, suscita y provoca cambios en el corazón humano que aspira a la trascendencia, a la ternura y a la misericordia. “Haced esto en memoria míaÖ” (Jn 6 51-59).
Dios alimenta al pueblo de Israel en el desierto y ese recuerdo evoca en los creyentes un nutriente hecho de confianza y generosidad para compartir con los que no tienen “El pan de cada día”. Los pobres, los excluidos, los marginados por su cultura, raza o religión. El alimento físico es necesario, pero el espiritual más. Debemos pasar algún día o todos los días, si podemos, a iniciarles en el Pan de Vida, pues éste quita todas las hambrunas que no son agradables a los ojos de Dios.
La Biblia es un menú de pan fraterno. Jesús es el Pan vivo. El universo es nuestra mesa, hermanos. Las masas tienen hambre.
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